
¡El amor apesta! Esa sustancia que recorren nuestras venas, que hace sentirnos tan estúpidos, vulnerables, ciegos. No es real nada de lo que sucede a tu alrededor, todo parece tan bueno, tan fácil, ¡claro! solo en el momento que eres correspondido; cuando por arte de magia la otra persona hace algo que rompe con la imagen perfecta y única, tu pinché mundo se derrumba, la angustia hace su gran aparición, el vacío te carcome los huesos, la soledad te persigue, el insomnio es tu alimento, la bascula te agradece el dolor.
El tiempo lo cura todo… Cómo les encanta decir esas estupideces. Si el tiempo lo curara todo, no sentiríamos el desamor o el amor. Después de haberte enamorado y decepcionado una vez, el tiempo no permitiría que cometieras esa pendejada de nuevo: se supondría que ya estas curado, pero no… vuelves a creer en lo “bueno” de la vida
y te ilusiona una persona nueva, que al final, resulta ser lo mismo de siempre.
¿Solución? Jajaja no hay; somos una bola de pendejos ñoños que, por muy rudo que nos sintamos y que las ñoñerías no son para nosotros, siempre caemos como una mosca en una telaraña, revolcándote en la miel del amor… ¡Apesta!
y te ilusiona una persona nueva, que al final, resulta ser lo mismo de siempre.
¿Solución? Jajaja no hay; somos una bola de pendejos ñoños que, por muy rudo que nos sintamos y que las ñoñerías no son para nosotros, siempre caemos como una mosca en una telaraña, revolcándote en la miel del amor… ¡Apesta!